Cuento en Base a la Foto
Alumno: Gómez, Ludmila
Comisión: 05
Docente: Castellano, Santiago
Modalidad: individual.
Consigna:
hacer una lista con 10 cosas o acciones prohibidas, escribir un cuento en el un personaje de la foto haya perdido uno de esos objetos o que haya realizado una acción prohibida, y que le pida ayuda a otro para recuperar el objeto o salir del aprieto en el que se encuentra
En la duodécima hora del quinto día de enero, en la habitación más recóndita de la casona ubicada a pocas cuadras de la Iglesia de la Inmaculada Concepción, ocurrirá una tragedia. Una empleada, cuyo nombre desconocemos, se asegurará de cerrar con llave todas y cada una de las habitaciones, en pos de prepararse para la celebración que se llevará a cabo en la noche. Una joven, a la que llamaremos Nilda, solo se dará cuenta de este hecho en la undécima hora del quinto día, cuando recuerde con un sobresalto que debe empezar a emprender rumbo hacía la iglesia.
En la iglesia de la boda que será, las flores blancas adornan la entrada, el novio relee sus votos por tercera vez y los músicos afinan sus instrumentos con la paciencia de quienes ya han vivido este cuento varias veces.
Es, para incredulidad de quienes oyen el relato, la hija menor de la vecina, quién cumplía el rol de paje, la heroína de esta historia. La que notará la ausencia de la novia y, con pasos tranquilos, sin comprender aún el peso del silencio con el que deberá cargar, se acercará a la puerta de la habitación más recóndita de la casona, oirá los pedidos de ayuda y llamará a la empleada, quién horrorizada palmeará con torpeza todos y cada uno de sus bolsillos hasta dar con la llave correcta. Y al abrirse la puerta, Nilda emergirá con su vestido arrugado, las mejillas rojas y la frente sudada. No dirá nada y echará a correr.
Los invitados, por decoro, no mencionarán la tardanza de la novia, ni los mechones desaliñados, ni el labial ligeramente corrido. Aplaudirán con recelo y solo bajo el manto de la noche se permitirán murmurar. Y serán la niña y la empleada las que prudentemente no mencionarán hasta años más tarde, cuando el matrimonio indudablemente comience a desmoronarse, que al abrir la puerta fueron el aire cálido y dulzón, como recién habitado, y las sábanas revueltas y hundidas, los únicos rastros de una presencia que se desvaneció con el viento de todos lados, menos de la memoria silenciosa de quienes aún guardan el secreto.
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